"Un Anillo para gobernarlos a todos, un Anillo para encontrarlos, un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las Tinieblas".
A estas alturas de la humanidad, a nadie le puede caber duda alguna de que vivimos en una sociedad fuertemente jerárquica, en la cual unas personas están por encima y otras están por debajo; y que quienes se encuentran en los eslabones más elevados, tienen (y ejercen) un considerable poder sobre quienes pasan más tiempo sobreviviendo que viviendo.
Ante esta, a mi parecer, tremenda injusticia, muchos autores y muchas autoras han propuesto diferentes modelos socio-económicos y formas de gobierno que contribuyesen a paliar las diferencias de clase y favorecer, así, si no la equidad, al menos sí la igualdad de oportunidades para que todo el mundo pueda ascender en la escala social (que no es otra cosa más que dar a toda la gente la misma posibilidad de aplastar al resto).
Exceptuando al anarquismo, que ha promovido la abolición del poder, otras diversas ideologías han basado sus fundamentos en la división del poder, la cesión del mismo a las clases desfavorecidas o el gobierno de quienes poseían una mejor cualificación para tomar el mando.
La aristocracia, por ejemplo, vendría a ser el gobierno de los y las mejores (también puede significar el gobierno de quienes tienen títulos nobiliarios). Según quienes defienden esta forma de gobierno, serían las personas mejor preparadas y cualificadas las que deberían gobernar. Por ejemplo, el filósofo griego Platón, quien hablaba del filósofo-sabio como el mejor preparado para gobernar, no solo por sus conocimientos, sino porque sería virtuoso.
La clave que a mí me sugiere siempre es: ¿qué entendemos por tener mejor cualificación para gobernar? La persona mejor preparada bien podría ser tanto quien ha alcanzado un cierto nivel educativo como quien supera un determinado nivel en un test de inteligencia; podría considerarse como mejor preparada tanto a quien más guerras ha vencido como quien muestra la más grande de las humildades.
Determinar quién sería la persona mejor cualificada, en tanto que difícil sería determinar qué requisitos son imprescindibles para gobernar bien, es tarea imposible.
Para gobernar, no solo haría falta capacidad, sino que también voluntad. Nadie dejaría pilotar un avión a un ser humano que, por muy buena voluntad que tuviese, no supiese manejarlo. Asimismo, no tendría sentido dejar en sus manos a un o una piloto que por muy bien que pilotase, tuviese en mente la idea de estrellar el avión contra el suelo.
Y como no podemos, en política, determinar qué moralidad y qué cualidad es la más importante, hablar de aristocracia es, por lo tanto, absurdo. Y esto, sin olvidar que la aristocracia solo puede acabar en plutocracia, esto es, el gobierno de quienes poseen mayores riquezas, ya que quienes manejan la economía no tardarían en alcanzar antes que cualquiera, a través de una buena educación privada o de marketing, aquellas dotes consideradas como las mejores.
El comunismo (autoritario) nos dice que la solución pasa por darle la vuelta a la tortilla: el proletariado se haría con el mando del gobierno estableciendo unas normas rígidas que acabarían con las clases sociales y traerían la igualdad y la libertad a todo el mundo.
No obstante, ¿no son, acaso, el gobierno y el pueblo gobernado, dos formas de clase o distinción más? ¿Cabe pensar que hay igualdad entre quien toma el poder y quien se deja someter, por muy buenas intenciones que parezca tener quienes se encuentran en el gobierno?
Entre gobierno y pueblo gobernado no puede haber igualdad posible. Por lo tanto, la toma del poder por parte de los y las comunistas, aunque contribuyan a paliar las diferencias de clase, no traerán la equidad. Si bien ya no habría distinción entre patronal y proletariado, sí la habría entre quienes mandan y quienes se subordinan.
Por lo tanto, bajo mi punto de vista, solo queda una cosa: acabar con el poder.
Ante esta, a mi parecer, tremenda injusticia, muchos autores y muchas autoras han propuesto diferentes modelos socio-económicos y formas de gobierno que contribuyesen a paliar las diferencias de clase y favorecer, así, si no la equidad, al menos sí la igualdad de oportunidades para que todo el mundo pueda ascender en la escala social (que no es otra cosa más que dar a toda la gente la misma posibilidad de aplastar al resto).
Exceptuando al anarquismo, que ha promovido la abolición del poder, otras diversas ideologías han basado sus fundamentos en la división del poder, la cesión del mismo a las clases desfavorecidas o el gobierno de quienes poseían una mejor cualificación para tomar el mando.
La aristocracia, por ejemplo, vendría a ser el gobierno de los y las mejores (también puede significar el gobierno de quienes tienen títulos nobiliarios). Según quienes defienden esta forma de gobierno, serían las personas mejor preparadas y cualificadas las que deberían gobernar. Por ejemplo, el filósofo griego Platón, quien hablaba del filósofo-sabio como el mejor preparado para gobernar, no solo por sus conocimientos, sino porque sería virtuoso.
La clave que a mí me sugiere siempre es: ¿qué entendemos por tener mejor cualificación para gobernar? La persona mejor preparada bien podría ser tanto quien ha alcanzado un cierto nivel educativo como quien supera un determinado nivel en un test de inteligencia; podría considerarse como mejor preparada tanto a quien más guerras ha vencido como quien muestra la más grande de las humildades.
Determinar quién sería la persona mejor cualificada, en tanto que difícil sería determinar qué requisitos son imprescindibles para gobernar bien, es tarea imposible.
Para gobernar, no solo haría falta capacidad, sino que también voluntad. Nadie dejaría pilotar un avión a un ser humano que, por muy buena voluntad que tuviese, no supiese manejarlo. Asimismo, no tendría sentido dejar en sus manos a un o una piloto que por muy bien que pilotase, tuviese en mente la idea de estrellar el avión contra el suelo.
Y como no podemos, en política, determinar qué moralidad y qué cualidad es la más importante, hablar de aristocracia es, por lo tanto, absurdo. Y esto, sin olvidar que la aristocracia solo puede acabar en plutocracia, esto es, el gobierno de quienes poseen mayores riquezas, ya que quienes manejan la economía no tardarían en alcanzar antes que cualquiera, a través de una buena educación privada o de marketing, aquellas dotes consideradas como las mejores.
El comunismo (autoritario) nos dice que la solución pasa por darle la vuelta a la tortilla: el proletariado se haría con el mando del gobierno estableciendo unas normas rígidas que acabarían con las clases sociales y traerían la igualdad y la libertad a todo el mundo.
No obstante, ¿no son, acaso, el gobierno y el pueblo gobernado, dos formas de clase o distinción más? ¿Cabe pensar que hay igualdad entre quien toma el poder y quien se deja someter, por muy buenas intenciones que parezca tener quienes se encuentran en el gobierno?
Entre gobierno y pueblo gobernado no puede haber igualdad posible. Por lo tanto, la toma del poder por parte de los y las comunistas, aunque contribuyan a paliar las diferencias de clase, no traerán la equidad. Si bien ya no habría distinción entre patronal y proletariado, sí la habría entre quienes mandan y quienes se subordinan.
Por lo tanto, bajo mi punto de vista, solo queda una cosa: acabar con el poder.
La verdad, no tengo ni la más menor idea de si J.R.R. Tolkien poseía ideas anarquistas, pero sí pienso que de su trilogía El Señor de los Anillos, puede extraerse como conclusión, que usar el poder en beneficio de la igualdad y la libertad, no sirve, y que no hay mejor remedio que destruirlo.
Según entendí la trilogía, el Anillo de poder representaría el poder absoluto y para acabar con el mal, hay que destruirlo arrojándolo a las mismísimas llamas en las cuales fue forjado.
En La Comunidad del Anillo, la primera parte de la trilogía, Elrond forma un Concilio para decidir el futuro del Anillo único de poder. Se incide en que no es posible llevarlo lejos o esconderlo, porque tarde o temprano el Anillo sería encontrado y eso solo serviría para retrasar lo inevitable. Asimismo, Boromir propone utilizarlo en beneficio propio cuando dice:
Según entendí la trilogía, el Anillo de poder representaría el poder absoluto y para acabar con el mal, hay que destruirlo arrojándolo a las mismísimas llamas en las cuales fue forjado.
En La Comunidad del Anillo, la primera parte de la trilogía, Elrond forma un Concilio para decidir el futuro del Anillo único de poder. Se incide en que no es posible llevarlo lejos o esconderlo, porque tarde o temprano el Anillo sería encontrado y eso solo serviría para retrasar lo inevitable. Asimismo, Boromir propone utilizarlo en beneficio propio cuando dice:
"¿Por qué habláis siempre de ocultar y destruir? ¿Por qué no pensar que el Gran Anillo ha llegado a nuestras manos para servirnos en esta hora de necesidad? Llevando el Anillo, los Señores de los Libres podrían derrotar al Enemigo. Y esto es lo que él teme, a mi entender.
Los Hombres de Gondor son valientes, y nunca se someterán; pero pueden ser derrotados. El valor necesita fuerza ante todo, y luego un arma. Que el Anillo sea vuestra arma, si tiene tanto poder como pensáis. ¡Tomadlo, y marchad a la victoria!".
Sin embargo, el poder corrompe. Esta opción no serviría de nada; y Elrond lo explica muy bien cuando expresa lo siguiente, respondiendo al planteamiento de Boromir:
"Ay, no -dijo Elrond-. No podemos utilizar el Anillo Soberano. Esto lo sabemos ahora demasiado bien. Le pertenece a Sauron, pues él lo hizo solo, y es completamente maléfico. La fuerza del Anillo, Boromir, es demasiado grande para que alguien lo maneje a voluntad, salvo aquellos que ya tienen un gran poder propio. Pero para ellos encierra un peligro todavía más mortal. Basta desear el Anillo para que el corazón se corrompa. Piensa en Saruman. Si cualquiera de los Sabios derrocara con la ayuda del Anillo al Señor de Mordor, empleando las mismas artes que él, terminaría instalándose en el trono de Sauron, y un nuevo Señor Oscuro aparecería en la tierra. Y ésta es otra razón por la que el Anillo tiene que ser destruido; en tanto esté en el mundo será un peligro aun para los Sabios. Pues nada es malo en un principio. Ni siquiera Sauron lo era. Temo tocar el Anillo para esconderlo. No tomaré el Anillo para utilizarlo".
Por muy buenas intenciones que una persona diga tener, lo cierto es que al adquirirse el poder, la corrupción está servida. En primer lugar, porque es imposible gobernar por el bien y los intereses de quienes se someten al control del gobierno, ya que, ¿quién establece cuáles son los intereses de la población gobernada? En una sociedad tan plural, donde hay quienes se encuentran a favor del matrimonio homosexual y quienes se hallan en contra, ¿cómo señalar cuál es el bien para el pueblo a la hora de decantarse por la aceptación o la prohibición del mismo? En segundo lugar, porque no solo el ente que toma el mando ya se encuentra en cierta forma corrupto, sino que además, aunque no quiera ejercer la tiranía, lo cierto es que mientras exista el poder, las puertas a de la dictadura permanecerán abiertas.
Cuando el bien o el mal de un ser humano depende de otro ser humano, la desigualdad es un hecho. De ahí que sea fácil que quien se encuentra por encima pueda caer fácilmente en el paternalismo y/o el autoritarismo.
Hay muchas variables que nos afectan positiva o negativamente en la vida, así que lo bueno o lo malo para una persona solo puede conocerlo esa persona misma. Por ende, ninguna forma de gobierno puede no ser corrupto.
Así pues, lancemos el Anillo, el poder, a lo más profundo de las llamas en que fue forjado. No pretendamos ocultar el Sol con un dedo ni utilizar aquello que fácilmente se nos puede escapar de las manos.
Aprendamos, entonces, que nadie puede llevar a la sociedad por buen puerto, y que el único camino posible, a mi entender, es el de que todos y todas, pensando en y entre todos y todas, y persiguiendo dos valores innegables a cualquier persona, que son la libertad y la igualdad, nos organicemos sin ceder ni adquirir ese poder que tan fácilmente corrompe a la especie humana.
Al fin y al cabo, la libertad no es algo que se adquiere, no es algo que se gana, no es algo que se enseña.
El poder ha de ser destruido, simplemente, porque la libertad...
Cuando el bien o el mal de un ser humano depende de otro ser humano, la desigualdad es un hecho. De ahí que sea fácil que quien se encuentra por encima pueda caer fácilmente en el paternalismo y/o el autoritarismo.
Hay muchas variables que nos afectan positiva o negativamente en la vida, así que lo bueno o lo malo para una persona solo puede conocerlo esa persona misma. Por ende, ninguna forma de gobierno puede no ser corrupto.
Así pues, lancemos el Anillo, el poder, a lo más profundo de las llamas en que fue forjado. No pretendamos ocultar el Sol con un dedo ni utilizar aquello que fácilmente se nos puede escapar de las manos.
Aprendamos, entonces, que nadie puede llevar a la sociedad por buen puerto, y que el único camino posible, a mi entender, es el de que todos y todas, pensando en y entre todos y todas, y persiguiendo dos valores innegables a cualquier persona, que son la libertad y la igualdad, nos organicemos sin ceder ni adquirir ese poder que tan fácilmente corrompe a la especie humana.
Al fin y al cabo, la libertad no es algo que se adquiere, no es algo que se gana, no es algo que se enseña.
El poder ha de ser destruido, simplemente, porque la libertad...
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